¿Dónde están los peces?

Imagen: María Fuertes

A poco que preguntemos a un par de buceadores o pescadores veteranos sobre la biodiversidad marina de una zona concreta durante un periodo de tiempo más o menos largo, la respuesta que obtendremos será casi siempre la misma: “Esto ya no es lo que era”. Entonces, ¿qué ha pasado? ¿Dónde están los peces?

Un poco de historia…

Los humanos estamos aprovechando los recursos que el mar nos ofrece desde la Prehistoria, momento en el que recolectábamos de forma rudimentaria diferentes organismos durante la bajamar. Ya los romanos inventaron sistemas de redes, y de conserva en salazón, poniendo en marcha importantes pesquerías de atún y de otros grandes peces. En España, durante la Edad Media se pusieron en marcha cuatro pesquerías que terminaron siendo altamente desarrolladas. Dos pesquerías costeras (sardina y atún, mediante almadrabas), y dos “de altura” (alejadas del puerto de origen), que fueron la caza de ballenas (ya en el siglo XV peligraba el estado de las poblaciones de ballena franca, hoy extintas, de las costas cantábricas) y la pesca del bacalao.

Durante la industrialización (s. XVIII), a pesar de que ya se empezó a apreciar el declive de los recursos (sobre todo de sardinas y de atún), se introdujeron nuevas artes de pesca para seguir incrementando el nivel de capturas, entre ellas destaca la técnica conocida como “el arrastre”. Esta técnica de pesca, a día de hoy supuestamente regulada y restringida a zonas donde en teoría es menos perjudicial (fondos arenosos y fangosos), pero que inicialmente no contaba con las regulaciones necesarias, consiste en arrastrar una red por el fondo marino capturando indiscriminadamente todo tipo de peces y otros organismos que forman parte del ecosistema (algas, corales, cangrejos, langostas, tiburones y tortugas, entre otros), la mayoría de los cuales no se pueden comercializar por no cumplir las tallas mínimas, por estar protegidos o por no ser rentables económicamente, y serán tirados, muertos, antes de llegar a puerto. Evidentemente el arrastre supone la destrucción del ecosistema bentónico (asociado al fondo) ya que, como su nombre indica, arrastra todo lo que se cruza en su camino. Esto sería equiparable a talar un bosque entero para aprovechar 10 conejos. La creación del arrastre junto con la aparición de los barcos propulsados a vapor y del ferrocarril, lo que mejoró la distribución y la comercialización, junto con el inicio de la conservación en hielo, incrementaron tanto la intensidad de la explotación marina que ya en 1902 se creó el Consejo Internacional para la Explotación del Mar (ICES) en el que se reunieron diferentes países para analizar porqué las pesquerías habían dejado de incrementarse, si cada vez tenían más barcos y contaban con mejores técnicas.

En 1950 se incorpora tecnología militar a los buques pesqueros. Desde éste momento disponen de radares y ecosondas y ya no es estrictamente necesario ser un buen pescador, conocedor de las costumbres de los animales que vas a pescar, para encontrar los grandes cardúmenes ya que desde el barco se puede detectar dónde están los peces, cuantos individuos hay, de que tamaño son y si merece la pena el esfuerzo de iniciar la maniobra de captura. Además la expansión pesquera a nivel industrial, limitada inicialmente a países industrializados, se extiende por el resto del planeta.

La situación actual:

A día de hoy sacamos 90 millones de toneladas anuales de pescado, de las cuales 20 millones de toneladas no se destinan a un uso alimenticio directo, ya que son destinadas a hacer harinas de pescado que posteriormente servirán para fabricar piensos para otros animales, tanto terrestres (animales de compañía y ganado porcino, entre otros) como acuáticos (acuicultura). Además casi el 80% de las especies está fuertemente explotada o sobreexplotada. Hemos extinguido el 6% de las especies y tan solo el 9% de las especies no está siendo explotada. (Informe de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura, “El estado mundial de la pesca y la acuicultura”, 2010). Todo esto ha llevado a que hayamos alcanzado el punto en el que por mucha tecnología que utilicemos para pescar y exprimir nuestros océanos, ya no vamos a conseguir extraer más peces, básicamente porque no hay más.

¿Hacia un nuevo planteamiento?

Hasta ahora solo hemos hablado del “declive de los recursos”. ¿Declive de los recursos? ¿Sólo vemos la biodiversidad marina como un recurso económico asociado exclusivamente con la alimentación humana? Parece que no nos damos cuenta de que la desaparición de una especie en una zona desequilibra todo el ecosistema… ¿algún ejemplo cercano? Sí, los blanquizales de las Islas Canarias: Seguro que muchos buceadores conocéis éstas grandes superficies de roca pelada salpicadas por erizos negros (Diadema africanum), pero ¿a qué se deben estas “plagas” de erizos? Pues a que hemos eliminado a sus depredadores. En el caso concreto de Canarias éstos son, entre otros, el pejeperro (Bodianus scrofa), el gallo moruno (Balistes capriscus) y el tamboril espinoso (Chilomycterus atringa). Al eliminar a sus depredadores naturales, la población de erizos crece exponencialmente y acaban comiéndose todas las algas dejando el fondo limpio. El resultado final es un desierto submarino. Actualmente se está tratando de controlar estas “plagas” a base de erradicar los erizos, pero evidentemente éste no es un buen remedio. La única solución, y también la más sensata, es restablecer las poblaciones de peces que antaño los depredaban de forma natural.

¿Qué soluciones hay?

Para empezar los gobiernos deberían reorientar el sector pesquero hacia la sostenibilidad, pero… ¿y nosotros que podemos hacer? Lo más fácil es que si vas a comprar pescado te cerciores de dónde y cómo se ha pescado (los pescaderos deben conocer éstos datos y trasmitirlos a quién los solicite, aunque por desgracia en muchas pescaderías esto no ocurre), que evites el consumo de especies en peligro de extinción, como el atún rojo y los tiburones (¡la tintorera y el cazón son tiburones!), y que trates de hacer una compra responsable. Para ello puedes consultar el siguiente documento de Greenpeace, o visitar páginas como www.SOSpeix.org (en Catalán). Ésta última en concreto es específica para la costa catalana, aunque nos puede servir de orientación para otras zonas del Mediterráneo. También podríamos contribuir haciendo que esta información llegue al máximo número de personas, ya que vivimos en un planeta en el que casi tres cuartas partes son océano, por lo que la vida en la parte emergida del planeta depende del estado de salud de los ecosistemas oceánicos, que no sólo sirven para extraer “pescado”, sino que nos dan oxígeno (hasta el 80% del oxígeno que respiramos podría venir exclusivamente de las algas), controlan el clima del planeta, son el hábitat de miles de especies increíbles, y nos dan innumerables alegrías cada vez que tenemos unos días libres y nos vamos a explorarlos tanto desde la playa, como desde la maravillosa perspectiva submarina que sólo los que tenemos el placer de bucear conocemos.

Imagen: Joan J. Soto

Artículo publicado en la revista Buceoworld 26.


Imagen superior: María Fuertes; Imagen inferior: Joan J. Soto

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